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La GALLADA C.C.G.

16 de marzo, 2009 ( Palabras de nuestra boca )

16 de marzo, 2009                                   ( Palabras de nuestra boca )

 

Leer | 2 Timoteo 2.23-3.5

El traer o llevar chismes es considerado un pasatiempo relativamente inofensivo, particularmente cuando se la compara con pecados como el asesinato o el adulterio. Satanás ha pintado al chisme como algo insignificante, pero si examinamos esta mentira veremos su horrible verdad. Dios, en la Biblia, pone al chisme entre los pecados más viles (Ro 1.28-31).

Nada en cuanto al chisme es inofensivo. Ya sea que lo dicho dañe intencionalmente, o simplemente sea algo frívolo, una persona puede ser herida o avergonzada. Un amigo mío se propuso encontrarle el origen a una dañina habladuría acerca de él. Le preguntó a una persona tras otra: “¿Dónde oyó usted eso?” Después de conversar con 17 pastores, descubrió a la persona que había originado el rumor. Esta persona reconoció que había especulado en voz alta en cuanto a una situación que no conocía bien. Una reacción en cadena destructiva había comenzado con sólo un hombre que sacó una conclusión apresurada mientras conversaba con un amigo.

Aunque la víctima nunca se entere de lo que se habla a sus espaldas, el chisme siempre tiene consecuencias. Las personas que riegan cuentos revelan su condición interna: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12.34). De una lengua venenosa brotan los celos, los resentimientos o el orgullo que llevan por dentro.

El chisme tiene el poder de herir, destruir reputaciones y dividir iglesias. No tenemos el derecho de dañar la vida de nadie. Dios es el único a quien, en realidad, debemos acudir cuando oigamos un rumor. Los que enfrentan pruebas necesitan de oración, no de lenguas que pregonen su desgracia (Gá 6.2). 

 

Por Dr. Charles Stanley

 

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